Violencia en noviazgos adolescentes
Cuando hablamos de violencia doméstica, pensamos en relaciones adultas donde hay un matromonio o una convivencia. Rara la vez creemos que los adolescentes, que muchos aún residen con sus padres, podrían pasar por una situación de violencia con sus parejas que, en la mayoría de los casos, también son adolescentes.
Según el CDC, 1 de cada 3 jóvenes en los Estados Unidos es víctima de violencia en relaciones adolescentes. Este tipo de violencia se podría manifestar como abuso sexual, insultos o humillaciones verbales, daño físico, o el acoso físico o cibernético. Es muy similar al “bullying” pero al tratarse de una relación consensual amorosa, puede tener unas repercusiones psicológicas profundas en la víctima. Algunas de sus manifestaciones son:
- Violencia física: cuando una pareja causa daño físico a través de empujones, golpes o patadas.
- Violencia sexual: Forzar o presionar a una pareja a participar de algún acto sexual sin su consentimiento o cuando la misma no está en condiciones de consentir. Este tipo de violencia también incluye el compartir fotografías íntimas sin el consentimiento de la persona expuesta, o enviar fotografías explícitas sin el deseo o autorización de quien las recibe.
- Agresión psicológica: Este tipo de agresión se da para manipular o menospreciar a una pareja, herir o humillarla. Este tipo de violencia es muchas veces verbal; sin embargo, también puede ser no verbal, manifestándose a menudo como exclusión o negligencia, con la intención de que la pareja se sienta sola e insignificante.
- Acecho: Mejor conocido como “stalking” en inglés, se da cuando una persona hace acercamientos insistentes que no son bienvenidos, causando una sensación de estrés y miedo en la víctima.
Lamentablemente, muchos de estos comportamientos no son reportados ni hablados con los padres por varias razones. En primer lugar, los adolescentes están en una edad formativa donde aún no conocen cómo se deben dar las relaciones, qué se debe aceptar y qué no. En segundo lugar, hay una vergüenza atada al tema de la violencia sexual, que impide a muchas víctimas querer discutir la situación con sus padres o con algún adulto que pueda ayudar por miedo a las consecuencias o a ser juzgados. No obstante, según un estudio del CDC llevado a cabo en el 2019, 1 de cada 12 adolescentes reportó haber sido víctima de violencia física por una pareja y 1 de cada 12 reportó haber sido víctima de violencia sexual.
Las consecuencias de este tipo de violencia en los adolescentes podrían ser graves, con efectos que perduran hasta la adultez. Entre sus posibles efectos se encuentran:
- Experimentar depresión y/o ansiedad
- Comenzar hábitos dañinos como el uso del tabaco, drogas o alcohol
- Exhibir comportamientos antisociales como mentir, robar o “bullying”
- Contemplar el suicidio
- Experimentar o ejercer violencia de pareja en futuras relaciones
La adolescencia es un periodo complicado para los jóvenes en desarrollo y para los padres que se encuentran en una transición en donde comienzan a otrogar más libertades, mientras aún son 100% responsables sobre el bienestar de sus hijos. Cuando un hijo tiene por primera vez una pareja romántica, marca un hito en la vida de los padres, en el cual se llevan a cabo conversaciones cruciales sobre conductas adultas y se comienza a poner a prueba la confianza, otorgándole libertades al adolescente. La herramienta más importante que tenemos los padres es la educación en casa. Entre las edades de 10-14 años se debe enfatizar en la educación sobre el respeto a los demás, el trato a la pareja emocional, la forma adecuada de solucionar problemas o manejar el coraje; temas de crucial importancia para prevenir que nuestro hijo sea maltratante o para que tenga las herramientas necesarias para identificar un comportamiento maltratante en su pareja y pueda buscar ayuda.
Identificar las señales de maltrato puede ser complicado. Cuando es físico, pueden tener raspazos, moretones, u otro indicio más de violencia. Cuando es algo emocional, es más complejo. En ocasiones podemos notar cambios de ánimo repentinos o corajes fuertes que podrían ser señales de algo más grave. Habla con tu hijo, mantén un canal de comunicación abierto donde la confianza esté sobre todas las cosas. Si tienes dudas o alguna preocupación, déjale saber que cuenta contigo. Si llegara a querer entablar una conversación o contarte sobre alguna situación, recomendamos que, aunque sea difícil, trates de tomar la siguiente postura:
- Creele y apóyalo — antes de hacer preguntas que puedan poner en duda lo que dice, demuéstrale que le crees y estás ahí para él/ella.
- Escúchalo — antes de preguntar o dar alguna opinión, escucha todo lo que tiene que decir.
- Pon primero sus emociones y sentimientos — pregúntale cómo se siente, antes de cuestionarlo u ofrecer tu punto de vista.
- Hazle sentir seguro — déjale saber que estás ahí para él/ella y que manejarán la situación juntos.
De necesitar ayuda adicional, consulte con su pediatra. Una visita a un psicólogo o psiquiatra pediátrico podría ser una buena opción.