Mi hijo es un “bully”, ¿qué hago?
En los años recientes hemos visto mucho énfasis en el problema del “bullying” o el acoso constante que se da en el ambiente escolar y a nivel digital. Estos comportamientos pueden tener efectos psicológicos graves en las víctimas. Es normal que al pensar en “bullying” pensemos en agresiones físicas o verbales, pero el acoso puede tomar diversas formas, entre ellas:
- Acoso físico: se trata de contacto físico como empujones, golpes, acercamientos sexuales no solicitados, entre otros.
- Acoso verbal: burlas e insultos.
- Acoso psicológico: el más complicado de identificar por terceras personas; se trata del acto consciente del “bully” de excluir a una persona de su grupo, haciendo que la persona se sienta mal consigo misma.
- Acoso cibernético: esta es la modalidad más moderna, en la cual se utilizan las redes sociales para decir cosas que muchas veces no dirían en persona, criticar e insultar en publicaciones de otro, ya sea de forma directa o usando cuentas falsas o de anonimato.
*Es frecuente que esten presentes más de una forma de acoso a la vez*
Como padres, el tema del acoso debe ser una prioridad en la educación y formación que reciben en el hogar, no obstante, no siempre es el caso y no es hasta que el colegio se comunica con una queja, que los padres se dan cuenta de que su hijo es un “bully” (el que acosa a otros niños). Es entonces cuando hay que analizar la situación, entender su raíz y trazar un plan de acción para corregir este comportamiento.
Los niños “bullies” suelen ser extrovertidos, aunque con pocas destrezas sociales. Buscan la atención de los demás por falta de seguridad y, a través de ese acoso, se sienten mejor sobre sí mismos. Muchos de estos niños sufren de falta de empatía; les falta educación en compasión y remordimiento, temas que son fundamentales en el hogar. También pueden ser síntomas de algún trastorno psiquiátrico, como el trastorno de conducta.
Una vez reconoces este comportamiento, tómate el tiempo de conocer bien la situación; qué sucedió, qué se dijo y en qué contexto. Esto te puede dar un marco un poco más claro de la raíz del problema que se va a atender. Habla con tu hij@ para conocer su lado de la historia y poder entender de dónde nació el impulso para hacer lo que hizo. Luego viene la parte más difícil para todo padre: hacer una introspección y ver si pudo haber alguna situación en el hogar o alguna laguna en su educación que podría haber provocado esto. Ésto NO nos hace malos padres; por el contrario, nos hace mejores. Puede que no hayamos tomado el tiempo para hablar de la diversidad de razas, religiones, géneros, etc. que pudo haber llevado a mi hijo a burlarse. Puede que no hayamos invertido tiempo en hablar sobre el conflicto y las maneras correctas de atenderlo. Puede que hayamos tenido peleas de pareja frente a los niños y que su comportamiento sea una reacción a una frustración. Incluso puede ser tan sencillo como habernos reído de una burla frente a ellos y haberles enseñado inconscientemente que esto está bien. Son muchísimas las posibles causas, y nos toca atenderlas. No somos perfectos, pero es nuestro deber educar y corregir comportamientos temprano para asegurarnos de criar personas compasivas para el mundo.
Lo más importante que podemos hacer en esta situación es tomarla con seriedad. El hostigamiento, por más “mínimo” que parezca es un asunto serio que hay que atender. Fomenta la reconcialiación entre las partes involucradas; esto enseñará a tu hij@ a tomar responsabilidad por sus actos y a ponerse en la posición del otro. Y por encima de todo, apoya a tu hij@. La situación no se soluciona con un “castigo” o con quitarle “privilegios”, sino manteniéndose presente en la vida de ellos y de ser necesario, atendiendo la raíz del hostigamiento con un profesional de salud mental.
Mamá y papá, si has tenido alguna situación con tu hij@ o sospechas que puede ser el caso, consulta con su pediatra si una visita al psicólogo o psiquiatra es recomendable.