El impacto de las redes sociales en los adolescentes

El uso de las redes sociales ha revolucionado la manera en que llevamos a cabo nuestro diario vivir, desde hacer compras y llevar nuestras finanzas, hasta, sobre todo, cómo nos relacionamos con otras personas. Como padres, seguramente no tuvimos una tablet ni un teléfono inteligente hasta que ya éramos adolescentes o adultos jóvenes, lo cual a veces causa que no entendamos bien el efecto que puede tener este cambio de vida que trajo consigo la tecnología en nuestros hijos y su desarrollo. Dentro de los efectos más palpables se encuentra la socialización.
Antes de las redes, nuestra socialización era personal. Nuestro lenguaje estaba compuesto por lo que verbalmente expresábamos y el lenguaje corporal que mostrábamos a través de muecas o gestos. Muchas veces hemos escuchado frases como “yo hablo con los ojos” o “no tienes que decir nada para saber lo que estás pensando”. Estas frases vienen precisamente de ese lenguaje no verbal que como humanos tenemos y aprendimos a leer desde que somos pequeños. A nivel digital esto no existe. Solo tenemos palabras escritas, sin matiz ni entonación, y la validación de lo que se publica se mide a través del número de “likes”. Esto en efecto puede impactar el aprendizaje de este lenguaje corporal y prestarse para malentendidos.
Por otro lado, el tener una persona digital permite proyectar la versión que uno escoge, ya sea con el uso de filtros, con la curación excesiva del contenido que se elige compartir y con la redacción de escritos que son pensados cautelosamente antes de publicar. La vida real no es así. Cuando uno está frente a otra persona, la versión que proyectamos es “en vivo y a todo color”, cómo nos vemos, nos vestimos, la manera que respondemos sin analizar de antemano lo que queremos decir… Son muchos factores los que cambian entre una socialización auténtica y una digital. Al precisar de espontaneidad en un entorno real, la socialización en persona puede crear situaciones de mucha ansiedad para jóvenes que han estado limitados a socializar mayormente en redes.
Ya se ha visto que las nuevas generaciones prefieren los servicios por mensaje de texto o sin contacto personal, incluyendo las llamadas telefónicas, ya que esto elimina el contacto personal y las respuestas instantáneas. Optan por conversaciones de texto en las que se puede contestar en su tiempo y poder formular una respuesta más meditada.
Por otra parte, la edición excesiva del contenido que se comparte ha creado unos estándares irrealistas de la apariencia física y del estilo de vida de muchos. Cuando se elige sólo lo bonito, lo lujoso o lo excéntrico para proyectar una versión de uno falsa o exagerada, luego puede resultar insostenible en la vida real, impactando su manera de desenvolverse y, por consiguiente, su autoestima y sus estándares consigo mismos. Por otro lado, el que lo ve podría crear falsas expectativas, sentir presión por tener algo o aparentar de cierta manera, también afectando su salud mental.
Esto aumenta con la validación que buscan a través de la cantidad de reacciones o “views”, ya que lo ven como la métrica de cuánto valen. La necesidad de ver retroalimentación continua de sus amistades y desconocidos en las redes desarrolla una ansiedad innecesaria; los jóvenes muchas veces se encuentran en comportamientos compulsivos o ansiosos esperando ver cuántas personas le dan “like” a su publicación o cuántos “views” logran generar en poco tiempo. Esta trivialidad es 24/7 debido a que tienen un teléfono inteligente siempre en sus manos, y pueden constantemente entrar a las diferentes aplicaciones para ver cuál es el resultado de su publicación y dependiendo de su éxito le sube o se le desploma el ánimo.
Otro escenario que ha llegado con esta tecnología es el tema del impostor y el acoso cibernético. La facilidad de crear una cuenta nueva bajo cualquier nombre e identidad se presta para que una persona utilice esa fachada para atacar, insultar y “trollear” a otros en las redes desde el anonimato sin ningún tipo de repercusión, como pudiese haber si se dijeran de frente. Esto impide poder enseñarles la importancia de poder estar en desacuerdo con alguien de una manera respetuosa, de poder comunicarse civilmente sobre opiniones contrarias y sobre todo, la importancia de hablar para solucionar diferencias.
En términos de relaciones, las románticas también tienen sus complicaciones cibernéticas. Desde situaciones graves como el compartir fotos explícitas sin consentimiento hasta el “ghosting”, en donde una persona que ya no tiene interés en continuar una relación en vez de llamar o encontrarse para hablar en persona, opta por la ruta fácil y se desaparece; deja de contestar, e incluso podría “bloquear” a la otra persona, dejándol@ con dudas y sin saber qué hizo mal (si algo).
Indudablemente la tecnología seguirá avanzando y está en nosotros poder utilizarla responsablemente. No todo lo digital es negativo — por el contrario. El acceso al mundo desde un dispositivo móvil ha logrado darle visibilidad a personas, países y situaciones que antes jamás hubiésemos podido conocer. Por esto, educar a los jóvenes y niños acerca de los beneficios y los riesgos de la tecnología es fundamental. Dentro de esta educación está lo que hemos ya discutido, pero también el ejemplo que damos; es decir, cómo usamos nosotros la tecnología y qué importancia y lugar le damos en nuestras vidas.
Recomendamos establecer tiempos específicos en donde se permita utilizarla, encontrar algunos puntos en común entre padres e hijos. Por ejemplo, si son amantes de los perritos, que se puedan compartir entre familiares ese contenido que luego lleve a conversaciones “offline” y tiempo de conexión personal que es tan importante en su desarrollo. Además, buscar actividades que no sean digitales, como, por ejemplo, deportes, actividades extracurriculares como música, teatro o clases de arte que los despejen de lo digital por un tiempo mientras siguen desarrollando sus habilidades motoras y expandiendo su conocimiento.
Si siente que su hijo sufre de baja autoestima o que tiene adicción por su dispositivo, consulte con su pediatra. La intervención de un psicólogo puede ser beneficiosa.